Wednesday 1 October 2008

La urgente necesidad de buscar nuevos modelos de protección social en Rusia

El pasado mes de septiembre se hizo pública la decisión de la UE de conceder a Rusia cuatro millones de euros para fomentar las infraestructuras de rehabilitación destinadas a los minusválidos. Se pretende poner en marcha un proyecto que se prolongará hasta finales de 2009. Su objetivo principal es "ayudar a las personas minusválidas a que tengan un mayor grado de autonomía, adquieran algunos hábitos profesionales o aficiones y se integren más en la vida social", según las declaraciones efectuadas por el jefe de operaciones en la Delegación de la Comisión Europea en Rusia. Este proyecto será implementado tanto a escala federal como en cuatro provincias piloto (Kostromá, Moscú, San Petersburgo y Sarátov). A raíz de esta noticia, el presidente ruso Vladimir Putin manifestó ante los medios de comunicación de su país, la escasa actividad hasta la actualidad por parte de su gobierno para adaptar las infraestructuras a las necesidades de los minusválidos.
Y es que en Rusia, el alto índice de minusválidos “reclama a gritos” una reforma de la legislación en materia de discapacitados, la adaptación de infraestructuras (de uso necesario en la vida diaria) y su integración (dentro de las concretas posibilidades) en la vida laboral.
Los discapacitados se consideran en Rusia como “gente de segunda”, marginada de la vida de la sociedad. Muchas de estas personas pueden aportar la contribución concreta al desarrollo socioeconómico del país aunque las autoridades no hacen nada para alcanzar el objetivo de reintegración económica y social de este colectivo.
Según el vicepresidente del Fondo nacional de Seguro Social el número de discapacitados físicos en Rusia es de 15 millones. En Moscú reside más de un millón de minusválidos de los que una quinta parte pertenece a la categoría de población activa. Pero sólo un 10% tiene empleo por características específicas de la contratación de los minusválidos, entre ellas la jornada laboral reducida y los descansos obligatorios durante la misma. Según el jefe de empleo del distrito Yakimanka “para contratar a un minusválido de segundo grado es preciso crearle las condiciones de trabajo especiales, peo la realidad es que “brillan por su ausencia” las sociedades y empresas capaces de hacerlo. Las empresas prefieren abonar el dinero al fondo de empleo para discapacitados, pero eluden contratarlos. En el Banco de Datos de Moscú hay 250.000 ofertas de empleo, pero sólo 188 plazas quedan reservadas para minusválidos. Las fundaciones benéficas y los centros de acción social a la población son prácticamente las únicas entidades interesadas en contratar a cualesquiera, indistintamente se trate de minusválidos o no.
Del elevado número de discapacitados en Rusia, una gran parte corresponde a niños y jóvenes. El año pasado la Fundación Benéfica “Baikal” y el Servicio Sociológico “Eidos”, con sede en Ulan Udé, capital de Buriatia (república situada en la parte sur-central de Siberia) empezaron a investigar los factores que originan la discapacidad de los niños en esa región siberiana y elaborar los procedimientos que permitan prevenirla. Para ello, analizaron la legislación vigente en esta materia y se encargaron de determinar hasta qué punto se corresponden las expectativas de los habitantes de esta región con la atención médica y social que se les presta. Otro de los temas abordados por estas organizaciones fue la fabricación de sillas de ruedas para minusválidos, que tanto escasean en el país.
No solo en esta región se han tomado medidas para paliar este problema. En diciembre de 2005, en Ekaterimburgo (ciudad situada en la parte central de Rusia, al este de los montes Urales) el Gobierno aprobó un programa de “Apoyo social a minusválidos 2006-2010”. Como consecuencia de este programa aparecieron varios autobuses de color amarillo-verde que cumplen con la misión de transportar gratis a los discapacitados. El mantenimiento del taxi social, como se les denomina a estos autobuses, corre a cargo del presupuesto social. Antes, un discapacitado físico en silla de ruedas, prácticamente no podía salir a la calle. Estos servicios que para cualquier país de Occidente es algo muy normal, para Rusia es una experiencia innovadora. La base central de estos autobuses dispone de una base de datos sobre los minusválidos y puede ofrecerles la ruta óptima de llegar al punto de destino, gracias al programa electrónico “mapa de calles urbanas”. En la mayoría de casos el conductor del vehículo y su acompañante, encargado de auxiliar al minusválido, cubren rutas que conducen a la plante de prótesis, hospitales y centros de rehabilitación. El problema se ha resuelto parcialmente pues se experimenta un déficit de estos autobuses dadas las dimensiones de la ciudad de Ekaterimburgo. Además es preciso desarrollar un autobús conceptualmente nuevo capaz de funcionar en las duras condiciones climáticas de los Urales que durante el invierno destacan por sus bajas temperaturas. En esta ciudad así como en otras de Rusia se iniciaron las obras de acceso especiales a los edificios residenciales, hospitales, etc.
La raíz de este problema, la falta de reintegración de los minusválidos en la vida social y económica y una ayuda eficaz por parte del Gobierno, hay que buscarla en los pasados tiempos soviéticos. En la antigua URSS los minusválidos provocaban “irritación” (unas personas deformadas no tenían derecho a perjudicar la imagen de una sociedad socialista feliz). Esto no significaba que no tuvieran una protección social. Se distinguían tres tipos de invalidez. Unas comisiones médicas especiales valoraban el estado de cada minusválido, distribuyéndolos por grupos. Respectivamente se asignaba una pensión, que aunque era humilde, permitía sobrevivir. Se creaban asociaciones corporativas de los ciegos, sordos, mutilados de guerra, etc., así como empresas en que se empleaban los minusválidos aptos para el trabajo. Pero no se hacía nada por incorporarlos en la vida diaria, en la sociedad: la deficiencia física era el problema de ellos solamente. A nadie de ellos se le ocurría, por ejemplo, proveer de rampas las escaleras ni de buenas prótesis a las personas sin piernas. Las calles, los pasos y las entradas de las casas y edificios públicos hasta hoy día siguen siendo un obstáculo difícil de vencer para el minusválido.
Sólo cuando se desmoronó la URSS, el sistema financiero se fue a pique y se averiguó que la pensión no alcanzaba para nada, la sociedad rusa pudo ver cuántos minusválidos había en el país. Este colectivo se lanzó a la calle pidiendo ayuda, otros llenaron las calles, plazas y mercados mendigando para poder sobrevivir.
En la actualidad dentro del colectivo de minusválidos la categoría mejor protegida son los veteranos de guerra. Es el caso del coronel retirado Piotr Dunaev, veterano de la Segunda Guerra Mundial, dice: “Mi pensión me permite vivir normalmente y hasta ayudarle a mi nieta, que es estudiante. En mi cuello y la espina dorsal se han atrancado varias balas. Me operaron en más de una ocasión sin que yo pagase nada, por supuesto. Dos o tres veces al año me dan plaza gratuita en un sanatorio”. La situación del resto de categorías de minusválidos rusos es mucho peor. Desde hace muchos años “están en huelga” muchas personas que perdieron la salud con la avería de la central nuclear de Chernobil. Muchos fallecieron sin haber recibido aquello que el Estado les prometía.
En palabras del presidente del comité para el trabajo y la política social del Gobierno “los recursos financieros del Estado no permiten repartir simplemente dinero entre los minusválidos, porque ello repercutiría negativamente en el proceso inflacionista. Hace falta buscar nuevos modelos de protección social, adecuados a la economía de mercado”.
Rakel Moreno. Riga, september’07.

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